El fin de semana anterior fuimos toda mi familia a una casa rural en
Cheles. La casa era muy bonita, tenia un jardín y una piscina muy grande, cinco habitaciones, dos cuartos de baños, unos
culumpios etc. La casa tenia vistas al embalse de
Alqueva. Cuando llegamos mi prima y yo, lo primero que hicimos fue bañarnos en la piscina, aunque el agua estaba un poco fría. A continuación, todos nos fuimos a comer y cuando terminamos nos fuimos mis primas y yo a jugar al
futbolín que estaba en el jardín. Cuando terminamos, hicimos una
guerra de vasos de agua, nos pusimos empapadas. También
teníamos una barbacoa, que a mi prima Marina le encantaba. La casa estaba hecha de piedra. Su decoración era muy rústicas, en las paredes de la cocina colgaban sartenes, platos, ollas etc. A la hora de irnos, todas mis ocho primas nos tuvimos que duchar. Como mi prima
Sara y yo somos las mayores de las ocho nos tuvimos que duchar las últimas. Cuando nos metimos en la ducha, los grifos del baño eran antiguos, no lo sabíamos dominar bien, nos abrasamos con el agua caliente, entonces yo le llamé la casa prehistórica. Además mi prima se agarró a la cortina de la bañera y la tiró. Yo me tuve que subir al
vidé y colocarla.
Al anochecer,
salíamos camino de
Badajoz, todos mis tíos iban en caravana con los coches. Pero, de repente, vimos que algo extraño
sucedía. Delante mía los coches pegaron un frenazo. Se nos cruzó un cerdo, según mi madre de pata negra, que en ese momento paseaba por la carretera.
Fue un fin de semana muy divertido.